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"La Vocina"

La vocina, el claxon, dice que el otro tiene que hacer otra cosa,
es una órden, un reto, un regaño, una crítica.

El claxon, la vocina, son un montón de otros, obligando a otros otros
severamente a acelerar, a frenar, a saltar los coches, a abrir camino a uno,
a un montón de unos, que tienen razón, que tienen prioridad.

La vocina claxon afina, armoniza aunque no quieran sus intérpretes,
aunque su director no exista, es un excelente director, sus acordes,
sus locas melodías, sus tensiones, sus polifonías.

La claxon, el vocina, es un juicio veloz, una expresión de bronca, una maldición
urgente para el mal conductor, para el obstáculo, para el viste cómo se mandó, o el
cómo va a frenar así, o ahí.

La vociclaxon no resuelve el supuesto problema del tránsito, (el tránsito sólo es un
problema para los usuarios, conductores ad honorem, empleados de la quema
de gasolina, de nafta, de petróleo refinado) la claxivócin no resuelve ni plantea el tránsito del problema: ella embellece, corea, musicaliza la escena, es la música mientras,
los unos se tensan, y los otros (fantasmas imaginarios de los unos) cometen torpezas, maldades, y perjudican, malogran, dañan, la noble necesidad de estacionar aparcar, de llegar a tiempo a ese lugar, de trabajar, de casa.

La sinfonía, el cuarteto, narra revela, expresa cuenta, la cotidiana trama del que conduce
maneja, la trama cotidiana del conjunto que maneja conduce lo inmanejable lo inconducible: el número de carros no concuerda con el número de calles, con las posibilidades viales, pero la música angustiosa suena, la hermosa perfecta música violenta, bio-lenta, el entrampado humanito atrapado entre plásticas chapas, creyente del móvil del automóvil (el desplazamiento y llegar), creyente en el motor de su acción (su derecho obligación de fonación, de quema).

El voxon, la clacina, es un disparo de mierda, insulto, reprimenda, una palabra encubierta lanzada como un tiro para el que no hay párpado defensa, en la oreja y la ojera, del infractor a la regla personal eventual del juez que la proyecta con el criterio automático de su trayecto y su meta.

Pocos matices tiene este instrumento de mierda, su nota es uniforme en altura y en fuerza, raras veces polifónica. Parece diseñado para resaltar lo malo, sus intérpretes expresan la gravedad, la urgencia, la magnitud de la ofensa con el largo de la nota, el ritmo y la insistencia. Cuanto peor es el mensaje más larga es la nota, y se va reduciendo en inversa proporción con la buena onda, hasta llegar al claxíton, la vocinita de saludo, de aviso de puerta abierta, de gracias, de estás re buena.

Matias Mormandi

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